El Diablo entró personalmente en la historia de la música el año 1713.
El famoso violinista y compositor José Tartini tenía a la sazón solamente veintidós años y era huésped del Santo Convento de Asís.
Una noche mientras dormía en una celda del convento, se le apareció en sueños el Diablo que, cogiendo el violín, comenzó a tocar con un estilo extraño y desconcertante, consiguiendo arrancar al instrumento efectos inauditos de audacia, ignorados para los concertistas de aquel tiempo.
El Diablo reía y se contorneaba mientras iba ejecutando con creciente vehemencia aquella música infernal y cuando hubo terminado, desafió al virtuoso durmiente a repetir con su instrumento lo que había oído.
El joven Tartini se despertó sobresaltado y, aunque trastornado por la emoción suscitada por el sueño, probó a repetir con su instrumento y después a transcribir en el pentagrama lo que el Diablo le había hecho oír en sueños.
No consiguió, naturalmente, rehacer toda la sonata diabólica, pero lo poco que él consiguió recordar permanece aún en sus obras con el título de “Trillo del diavolo”, y la composición contiene tales y tantas innovaciones de técnica que los historiadores y críticos la consideran como el principio de una nueva época en el arte del violín.
Lo anteriormente expuesto no se trata de una leyenda. El mismo Tartini expuso en una carta esta extraña aventura y de ella tenemos un extenso relato en el “Voyage en Italia” de Lalande publicado en 1769.
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