Benjamín Franklin reconocía la electricidad como una fuerza de la naturaleza.
Propuso que los relámpagos eran eléctricos, y en 1752 lo demostró. ¿Cómo lo demostraría un hombre como Franklin?, colgando una llave de una cometa durante una tormenta eléctrica.
Franklin era un hombre de mucha suerte: el experimento no le costó la vida, aunque sí a los que lo imitaron, Claro, convirtió su invento a un uso práctico: el pararrayos.
Franklin razonaba correctamente, que el pararrayos funcionaría mejor con un extremo en punta.
Esto le fue rebatido por algunos científicos que eran partidarios de un extremo redondeado y la Royal Society arbitró la disputa.
No obstante, ésta se resolvió a un nivel más primitivo y elevado: el rey Jorge III, encolerizado contra la revolución americana, ordenó instalar extremos redondeados sobre los pararrayos de los edificios reales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario