miércoles, 29 de abril de 2009

CONSERVADO EN RON



En la batalla de Austerlitz, de todos los cuerpos de la guardia imperial francesa, el regimiento de cazadores a caballo era el que había experimentado más pérdidas en la gran carga ejecutada sobre la meseta de Pratzen contra las guardias rusas.

El capitán Fournier había resultado muerto, como también el general Morland.

El emperador, siempre atento a lo que podía excitar la emulación entre las tropas, decidió que el cuerpo de general Morland sería colocado en un monumento que se proponía hacer erigir en el centro de la explanada de los inválidos, en París.

Los médicos, careciendo en el campo de batalla del tiempo y de los ingredientes necesarios para embalsamar el cuerpo del general, lo encerraron en un tonel de ron, que fue transportado a París.

Cuando Napoleón perdió el imperio en 1814 aún no se había construido el monumento al general Morland, y el tonel donde se encontraba su cuerpo se hallaba todavía (nueve años después) en una sala de la Escuela de Medicina.

Poco tiempo después el tonel se resquebrajó con los años, y todos quedaron asombrados al ver que el ron había hecho crecer el bigote del general de un modo tan extraordinario que le llegaba más abajo de la cintura.

El cuerpo estaba perfectamente conservado, pero la familia se vio obligada a intentar un proceso para obtener la devolución del cadáver de manos de un sabio que lo había convertido en objeto de curiosidad.

martes, 28 de abril de 2009

TOLEDANO INCOMBUSTIBLE



En julio de 1803 en la escuela de Medicina de París se expuso ante los científicos y ante toda clase de curiosos el asombroso caso de un joven español, de Toledo, que ofrecía la peculiaridad de ser incombustible.

El Journal des débats de aquellos días dio una amplia información sobre tan singular caso, cuya veracidad fue corroborada por una carta enviada a la redacción del periódico parisiense por el doctor Burard.

El joven de veintitrés años fue sometido a pruebas fabulosas tales como:

1.- Ha sumergido sus pies y manos en aceite hirviendo calentado hasta 85 grados de calor; se ha lavado la cara con el mismo aceite.

2.- Lentamente y varias veces ha pasado sus pies y sus manos sobre un hierro ancho y muy espeso al rojo vivo.

3.- Se le ha aplicado una espátula, también al rojo vivo, sobre la lengua durante algunos minutos.

4.- Ha tomado y hecho circular por dentro de su boca ácido muriático, nítrico y sulfúrico.

5.- Han pasado una vela encendida, cerca de un cuarto de hora, sobre sus piernas y pies

6.- Ha sumergido sus manos y pies en agua cargada de gran cantidad de sal y calentada hasta 70 grados.

Este joven ha pasado estas diversas pruebas sin dar ningún signo de dolor y sin que apareciese ningún vestigio de la menor quemadura en las diversas partes de su cuerpo.

El intérprete ha asegurado que este español había sido metido, en Toledo, en un horno cerrado y calentado hasta 70 grados; permaneció en él diez minutos, encontrándose bien en él y no queriendo salir.

Resulta asombroso que su piel no se altera con estas pruebas sino que permanece tersa como corresponde a un joven.

PLAGIO HISTÓRICO



A fines de 1608 unos fabricantes flamencos de anteojos que habían inventado una forma primitiva de catalejos, intentan vender su invento a la República de Venecia, más la república tenía a su servicio, en la persona de Galileo, a un científico y matemático más poderoso que cualquier otro en el norte de Europa….pero dejemos que sea el propio Galileo quien hable de este hecho en carta dirigida a su cuñado el 29 de agosto de 1609:

“Debes saber, entonces, que hace cerca de dos meses desde que se difundió aquí la noticia de que en Flandes se le había presentado al conde Mauricio un catalejo, elaborado de manera tal que las cosas muy distantes parecen estar sumamente cerca, así que se puede ver con claridad a un hombre que se encuentre a tres kilómetros de distancia .

Esto me pareció un efecto tan maravilloso, que dio ocasión para meditar; y como me apreció que debía estar fundado en la ciencia de la perspectiva, me propuse lograr su fabricación; la que por fin conseguí, y tan perfectamente que uno que yo hice superó con gran ventaja la fama del invento flamenco”.

“A confesión de parte relevo de pruebas”…..diría un jurista.

EL DIABLO EN LA MÚSICA




El Diablo entró personalmente en la historia de la música el año 1713.

El famoso violinista y compositor José Tartini tenía a la sazón solamente veintidós años y era huésped del Santo Convento de Asís.

Una noche mientras dormía en una celda del convento, se le apareció en sueños el Diablo que, cogiendo el violín, comenzó a tocar con un estilo extraño y desconcertante, consiguiendo arrancar al instrumento efectos inauditos de audacia, ignorados para los concertistas de aquel tiempo.

El Diablo reía y se contorneaba mientras iba ejecutando con creciente vehemencia aquella música infernal y cuando hubo terminado, desafió al virtuoso durmiente a repetir con su instrumento lo que había oído.

El joven Tartini se despertó sobresaltado y, aunque trastornado por la emoción suscitada por el sueño, probó a repetir con su instrumento y después a transcribir en el pentagrama lo que el Diablo le había hecho oír en sueños.

No consiguió, naturalmente, rehacer toda la sonata diabólica, pero lo poco que él consiguió recordar permanece aún en sus obras con el título de “Trillo del diavolo”, y la composición contiene tales y tantas innovaciones de técnica que los historiadores y críticos la consideran como el principio de una nueva época en el arte del violín.

Lo anteriormente expuesto no se trata de una leyenda. El mismo Tartini expuso en una carta esta extraña aventura y de ella tenemos un extenso relato en el “Voyage en Italia” de Lalande publicado en 1769.

POR POQUITO



Un extranjero muy rico llamado Suderland era banquero en la corte de Catalina y naturalizado en Rusia; gozaba de gran favor de la emperatriz. Una mañana le anuncian que su casa está rodeada de guardias y que el jefe de la policía quiere hablarle.
Este oficial, llamado Reliew, entra con aire consternado:
--Señor Suderland –dijo—me veo, con verdadero dolor, encargado por mi graciosa soberana de ejecutar una orden cuya severidad me aterra, me aflige, e ignoro por qué culpa o qué delito habéis excitado a tal punto el resentimiento de su majestad.
--Pero señor –respondió el banquero—yo lo ignoro tanto o más que vos; mi sorpresa sobrepasa la vuestra. Pero en fin, veamos, ¿Qué orden es ésa?.
--Señor, en verdad, me falta valor para dárosla a conocer.
--¡Cómo! ¿Habré perdido ya el favor de la emperatriz?
--Si sólo fuese eso, no me veríais tan desolado. El favor puede reconquistarse; un empleo puede ser devuelto.
--¡Y bien! ¿Se trata acaso de hacerme regresar a mi país?
--Esto sería una contrariedad; pero con vuestras riquezas, uno se encuentra bien en todas partes.
--¡Ah, Dios mío! –exclama temblando Suderland-- ¿Acaso se trata de desterrarme a Siberia?.
--¡Ay de mí! De Siberia se vuelve.
--De meterme en la cárcel?.
--Si sólo fuera eso…. De la cárcel se puede salir.
--¡Bondad divina! ¿Quisieran knutearme?
--Este suplicio es horrible, pero no mata.
--¡Cómo! –Dijo el banquero sollozando-- ¿Está mi vida en peligro?. ¡La emperatriz, tan buena, tan clemente, que me hablaba con tanta dulzura hace dos días siquiera….! Pero no puedo creerlo. ¡Ah! Por favor, acabad de una vez, La muerte sería menos cruel que esta espera insoportable.
--Y bien, querido amigo –dijo el oficial con voz de lamento—mi graciosa soberana me ha dado orden de que os mande disecar y rellenar de paja.
--¡Disecarme! –exclama Suderland mirando fijamente a su interlocutor—Pero o vos habéis perdido el juicio o la emperatriz no conserva el suyo. En fin, vos no habréis aceptado semejante orden sin dar a entender su barbarie y extravagancia.
--¡Ay, mi pobre amigo! He hecho lo que ordinariamente no osamos nunca hacer; he dejado ver mi sorpresa, mi dolor; iba a atreverme a insinuar humildes objeciones…. Pero mi soberana, en tono irritado, reprochándome mi vacilación, me ha mandado salir y ejecutar en el acto la orden.
Sería imposible pintar el asombro, la cólera, el temblor, la desesperación del pobre banquero. Después de haberle dejado algún tiempo al libre curso y explosión de su dolor, el jefe de policía le advierte que tiene un cuarto de hora para poner en orden sus asuntos.
Entonces Suderland le ruega, le conjura, le insta larga tiempo en vano que le deje escribir un billete a la emperatriz para implorar su piedad. El magistrado, vencido por las súplicas, cede temblando a sus ruegos, se encarga de hacer llegar el billete, sale, y no atreviéndose a ir a palacio se dirige a la casa del conde de Bruce.
Éste cree que el jefe de policía se ha vuelto loco; le dice que le siga, que le espere en el palacio y corre sin tardar a ver la emperatriz a quien le expone el caso.
Catalina, al oír este extraño relato, exclama:
--¡Justo cielo! ¡Que horror! En verdad Reliew ha perdido la cabeza. Conde, partid, corred y ordenad a este insensato que vaya inmediatamente a libertar a mi pobre banquero de sus locos temores, y que le pongan en libertad.
El conde ejecuta la orden, vuelve y encuentra ahora a Catalina muerta de risa.
--Ahora comprendo –dice—la causa de esta escena tan burlesca como absurda. Hace años me regalaron un perrito muy mono al que yo quería mucho y al que llamaba Suderland, del nombre del inglés que me lo regaló. Este perrito acaba de morir; y he mandado a Reliew lo hiciese disecar, y al ver que vacilaba, me enfadé con él pensando que, por una vanidad estúpida, el jefe de policía consideraba este cargo impropio de su rango.

CASTIGO INESPERADO




El conde Louis-Philippe de Segur, embajador de Francia en la corte rusa, narra en su “Historia y Política de Europa de 1786 a 1796” un hecho con “un desenlace bastante ridículo por el personaje que fue objeto de ella, aunque al principio fuese cosa bastante triste y casi cruel”.
Una mañana llega a la casa del conde un hombre alterado, solicitando su intervención, por cuanto por orden del conde de Bruce, gobernador de la ciudad, le habían dado cien latigazos.
El conde de Segur, tenía un alto concepto del gobernador, dudando aún de tal información profundiza el interrogatorio, obteniendo la siguiente respuesta del atacado:
--¡Ay señor!, ¡si yo no lo conozco!. Yo soy cocinero; me enteré que el señor gobernador buscaba un cocinero, y me he presentado en su casa; me han hecho subir a su habitación, y al anunciarme a Su Excelencia, ha ordenado que me diesen inmediatamente cien latigazos, cosa que han puesto por obra en el acto.
El embajador escribe una carta al gobernador en la cual le solicita explicación de lo sucedido, enviando la mencionada carta con el agredido.
Pasan dos horas sin recibir respuesta, por lo que se dispone a ir a buscarla, cuando de pronto reaparece el cocinero que ahora no parece el de antes. Estaba calmado y su boca sonreía; la alegría brillaba en sus ojos.
--¡Y bien! – le dice- ¿Me traéis ya una respuesta?
-- No, señor, su Excelencia misma os responderá; pero no tengo ya motivo de quejarme; todo ha sido un error. No tengo más sino daros las gracias de vuestras bondades.
--¡Cómo! ¿Es que no os habéis quedado con los cien latigazos en el cuerpo?
--Si por cierto. Pero me los han curado perfectamente. Todo se me ha explicado. He aquí los hechos: el señor conde de Bruce tenía por cocinero un ruso nacido en sus tierras; este hombre, había huido, y según dicen robado. En estas circunstancias, me presenté para ocupar el lugar vacante. Cuando abrieron la puerta del gabinete del señor gobernador, él estaba sentado a su mesa, muy ocupado y volviéndome la espalda. El criado que me precedía dijo al entrar: --“Monseñor, aquí está el cocinero”, y su Excelencia sin volverse respondió –“¡Pues bien!, que le lleven al patio y le den cien latigazos, como he ordenado.

CABALLOS GENIALES




El genio potencial matemático de los caballos fue descubierto por William von Osten, en 1881. Luego de su muerte continua la obra Herr Krall, de Eberfeld, quien enseñó matemáticas a cuatro caballos, incluyendo la extracción del cuadrado, raíz cúbica, y la capacidad de deletrear. Daban sus respuestas con golpes de los cascos. Cuando menos 14 científicos famosos de ese entonces lo comprobaron, pero nunca se descubrió explicación alguna. Los espiritualistas se inclinarían a creer en la posibilidad que los caballos estuviesen controlados por un médium.

PODER ABSOLUTO




Benjamín Franklin reconocía la electricidad como una fuerza de la naturaleza.

Propuso que los relámpagos eran eléctricos, y en 1752 lo demostró. ¿Cómo lo demostraría un hombre como Franklin?, colgando una llave de una cometa durante una tormenta eléctrica.

 Franklin era un hombre de mucha suerte: el experimento no le costó la vida, aunque sí a los que lo imitaron, Claro, convirtió su invento a un uso práctico: el pararrayos.

Franklin razonaba correctamente, que el pararrayos funcionaría mejor con un extremo en punta.

Esto le fue rebatido por algunos científicos que eran partidarios de un extremo redondeado y la Royal Society arbitró la disputa.

No obstante, ésta se resolvió a un nivel más primitivo y elevado: el rey Jorge III, encolerizado contra la revolución americana, ordenó instalar extremos redondeados sobre los pararrayos de los edificios reales.

VISIONARIO




En un trabajo titulado “El Prodigioso Mundo de Mañana”, publicado en Chicago a mediados de 1942, el profesor Howard Withman supone, entre muchos otros el siguiente “perfeccionamiento”:

“Dentro de unos 25 años, se considerará como muy natural el siguiente espectáculo: un individuo pasea por uno de los parques de la ciudad de Nueva York; de pronto, siente el deseo de hablar con un amigo que está en Chicago. Entonces, saca tranquilamente del bolsillo un aparato de radio, especial para hablar de persona a persona y se pone a conversar con el amigo. Poco importa que éste camine en aquel momento por la Avenida Michigan o que esté esperando el tranvía. No tendrá la menor dificultad en encontrarlo”. 

Esto ocurrió casi 50 años antes de la invención del celular.

REALISMO RADIAL



Mientras una cadena de radioemisoras de la Columbia Broadcasting, meses antes del inicio de la segunda guerra mundial, estaba transmitiendo un programa teatralizado de la novela “La Guerra de los Mundos” del escritor H. G. Wells, se produjo un caso de pánico colectivo.

Según el argumento de la obra, teatralizado por Orson Wells, los habitantes del planeta Marte habían invadido la tierra iniciando la destrucción implacable de todo cuanto encontraban a su paso, en el intento de apoderarse de nuestro planeta, según el guión, la supuesta invasión se había iniciado en Nueva Jersey.

Muchos habitantes de la ciudad de Jersey se propusieron huir del lugar de peligro. El abandono apresurado de las casas se llevó a cabo en los barrios suburbanos y en la campiña de la región.

La gente huía presa del pánico. La noticia corría de boca en boca acrecentando la confusión y la angustia.

Las multitudes aterrorizadas, se dirigieron a los puestos de policía mientras otros más arriesgados se presentaban ansiosos delante de los grandes rotativos para obtener las últimas noticias relacionadas con la inesperada calamidad.


Como resultado del pánico provocado hubo que lamentar muchos heridos y muertos. A las autoridades les resultó difícil la ola de angustia general.

En el Congreso de los Estados Unidos tuvo que considerarse la gravedad del asunto, y se presentaron proyectos de investigación destinados a impedir la repetición de tales escenas.

SEXO ESCATOLÓGICO



El 23 de octubre de 1819 se lleva a cabo el matrimonio de FernandoVII, rey de España, con la princesa María Josefa Amalia de Sajonia.

Para Fernando( quien a la sazón cuenta 35 años), este es su tercer matrimonio y posee una “amplia experiencia” en asuntos de alcoba debido a la vida disipada que lleva. La novia, en cambio, tiene tan sólo 15 años y su padre (el duque Maximiliano de Sajonia, siendo muy pequeña la princesa), la había encerrado en un convento a orillas del Elba del cual sale para convertirse en esposa del soberano español.

La noche de bodas es un total fracaso por varios motivos:

1.- La fealdad del soberano descrita por la madre de María Antonia de Nápoles, (su primera esposa), de la siguiente manera: "Su aspecto era horrible. De toscas facciones, pesaba más de cien kilos, su voz era aflautada, y su carácter, de una insoportable apatía"
.
2.- La diferencia de edad (20 años).

3.- A la princesa nadie se ha molestado en explicarle el “por qué, el cómo, el para qué” de las relaciones maritales.

4.- La macrosomía genital (deformación capaz desarrollar el pene hasta un largo de treinta centímetros), que afectaba al Rey, descrita por el escritor e historiador francés Prosper Merimeé de la siguiente manera: “Fino como una barra de lacre en la base, tan gordo como un puño en su punta, y tan largo como un taco de billar”.


Es tal el pánico que invade a la princesita que no puede evitar orinarse en el lecho, y parece según narra un autor que además de la orina tampoco pudo evitar otra evacuación fisiológica: “a poco de haber entrado en la regia alcoba (Fernando VII), salió de ella más que de prisa, en paños muy menores, echando pestes y apestando a demonios”

SALVADO POR NO PODER



El 7 de Octubre de 1571 se lleva a cabo la “Batalla de Lepanto" en la cual se decide la suerte de la Europa cristiana, toda vez que queda desecho el poderío naval de los turcos.

En esta contienda queda manifiestamente demostrado el excelso valor de Miguel de Cervantes (quien pasado el tiempo habrá de ser el más grande de las letras hispanas), recibe, Miguel, tres arcabuzazos: dos en el pecho y otro que le destroza la mano izquierda, por lo que, al correr de los años se le aplique el apodo de “El Manco de Lepanto”.

Cervantes decide abandonar la milicia... ya son cinco los años que han transcurrido desde que salió de la patria; embarca en la galera "El Sol" con la finalidad de regresar a su tierra, pero tres galeotas corsarias al mando de Arnaute Mamí, un renegado albanés, abordan la nave española, reducen su resistencia y llevan cautivos a Argel a todos sus pasajeros y tripulantes.

 Cinco años y medio dura este cautiverio.

Todas las gestiones realizadas por su familia para obtener su liberación fracasan por falta de medios suficientes.

Hallábase ya Cervantes a bordo de una galera que lo iba a llevar a Constantinopla, cuando el fraile trinitario fray Juan Gil, encargado de rescatar a otro cautivo (el ilustre caballero don Jerónimo de Palafox), viendo que era insuficiente la suma de 500 ducados de oro que traía para ello, tuvo la piadosa iniciativa de ofrecer dicha suma para salvar con ella del cautiverio a otro español cualquiera, cuyo precio de liberación fuese menos elevado.

Un soldado raso como Cervantes, de nombre anónimo y de familia humilde, podía trocarse por dicha cantidad.

Y así fue cómo, por fin, pudo Cervantes, ya liberado emprender el regreso a la península.